lunes, 14 de diciembre de 2015

El debate sobre el debate


Permítaseme lo más socorrido: ¡no es el debate, imbécil! Es el debate sobre el debate. Eso es lo importante. Al debate, aun en momentos de record de audiencia, acude mayoritariamente un público convencido de sus opciones, que sólo busca confirmar lo que ya tiene decidido. Luego hay un porcentaje no muy significativo que sólo busca el entretenimiento, habituados como estamos en esta campaña al infoespectáculo, para luego poder comentar en la cafetería o en el trabajo.

Y hay también un tercer grupo, numéricamente insignificante, que es el de los activistas: varios miles, según el partido, que siguen el dictado de sus coordinadores de campaña para amplificar en redes los mensajes del día, colocar un TT con el slogan del momento y votar a destajo en los medios digitales que piden valoración sobre el debate para hacer ganar al candidato.

Estos son los protagonistas; todos ellos importantes. Necesitamos a los primeros para generar audiencia masiva y ampliar la atención mediática; a los segundos como amplificadores en las comunidades locales. Pero los terceros son los más importantes.

Antes los equipos de campaña organizaban a sus activistas para llamar a los espacios radiofónicos con micrófonos abiertos a la audiencia. Era habitual escuchar intervenciones de oyentes supuestos militantes desencantados del partido adversario. Ahora se trata de jalear (tuitear), repetir (retuitear) las ideas que el equipo de campaña ha pasado previamente. Y generar tendencia y convertirla en exitosa. Como exitoso fue, por ejemplo, que el ocultado mediáticamente Alberto Garzón ganara en las redes el posdebate a cuatro de Atresmedia al que no había sido invitado.

Pírrico triunfo porque a la audiencia millonaria del debate, difundido por las diversas cadenas de radio y televisión del grupo Planeta, hay que sumar la amplificación posterior merced al reflejo mediático de lo dicho por los líderes elegidos, los debates entre analistas políticos y las decenas de reportajes sobre preparativos, ambiente, polémicas, frases controvertidas… Y ese ya es un público no convencido, más bien curioso, y al que sí puede influir la cascada de imágenes con los únicos cuatro protagonistas del primer debate o los dos del segundo, si no olvidamos del debate 9 que los directivos de RTVE intentaron fantasmizar. Por qué han sido ellos los elegidos -4 y 2- es otra cuestión.

El “cara a cara” Rajoy-Sánchez ha repetido y ampliado el esquema. Esta vez han sido todas las cadenas de radio y televisión las que se han sumado. Horas y horas de debate con expertos y políticos elegidos en función de los intereses de cada empresa, ajenos al obligado pluralismo de los medios de comunicación, tanto públicos como privados. En ese terreno de debate sobre el debate ya no están los convencidos, sino muchos ciudadanos en busca de luz. Con expertos y políticos invitados, red en mano, a la caza de indecisos.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Los ingredientes de la "cocina desmocópica"


La última encuesta del CIS ha vuelto a provocar comentarios ya habituales en los últimos meses de lectores y líderes políticos en las webs informativas: “La cocina nos ha perjudicado”, “al PP le doblan la intención directa de voto en las encuestas y a Podemos apenas le suben algún punto”.  Y cada cual levanta el dedo acusador según le va en la prospección.

Conviene aclarar algunas cosas para los iniciados:

La “cocina” es necesaria para hacer aflorar variables estadísticas que matizan la intención directa de voto, tales como el voto oculto –el que no se quiere explicitar por razones de coyuntura política-, el recuerdo de voto –los partidos cuya papeleta ha sido “olvidada” están en proceso descendente, aquellos beneficiados por un recuerdo de voto superior al realmente obtenido están al alza-, autoubicación ideológica y ubicación del partido de sus simpatías –no siempre coincidente-…

Un partido que esté en la crestade la ola, cuyos votantes proclaman a los cuatro vientos su simpatía, como lo ha estado Podemos desde hace un año, carece de voto oculto y es absurdo pedir los elementos correctores que se aplican a otros partidos ya consolidados y con sensibles desgastes por el ejercicio del poder o de la oposición.

 Elementos correctores –“cocina”- que curiosamente sí se le han aplicado erróneamente hasta que hemos entrado en precampaña electoral, como ya advertí en un artículo publicado en ElConfidencial hace ahora justamente un año. Entonces se situaba a Podemos incluso como primera fuerza con una intención directa de voto de un 13-14% que alegre y sorprendentemente los demóscopos cocinaban hasta el 28%. Sencillamente ridículo.

En las últimas semanas los medios hablan de caída de Podemos y le otorgan porcentaje similares a su intención directa de voto –ese 13-14%- que siempre han tenido y que siguen más o menos manteniendo con una ligera tendencia a la baja. Digamos que las empresas demoscópicas han corregido errores pasados todavía no explicados. Y, claro a los seguidores de Iglesias les falta tiempo para denunciar manipulaciones y manos ocultas porque han notado que la cocina no es igual para todos. Ni lo es, ni puede serlo.

En cualquier caso a nadie escapa que la publicación de encuestas se ha convertido en una peligrosa arma electoral. La mayor parte de los medios no publican la ficha técnica, y los partidos realizan sus propias encuestas sin referencia alguna de muestra o margen de error porque los medios se hacen eco de ellas sin cautela alguna. De todos es conocido, además, de qué manera se puede inducir una respuesta; también desconocemos las preguntas. Es decir, encuestas con resultados interesados para inducir el voto.

Anotemos finalmente que hasta ahora los encuestadores están preguntado sobre partidos políticos y no sobre coaliciones, cuyo plazo para su formalización finaliza estos días. Atentos, pues, a la pantalla porque de lo dicho hasta ahora, nada de nada. O con interrogantes. Todo puede cambiar en mayor o menor medida ya que, además, el número de indecisos supera ampliamente el 20%.


martes, 3 de noviembre de 2015

Las redes sociales como coartada


  1. 40 mil simpatizantes de Podemos (sólo un 10% de los que dicen tener inscritos) respaldan la lista-plancha de su líder. Aun así, como la cifra de inscritos no es de dominio público, se cuelgan la medalla por su decidida voluntad de dar participación a la ciudadanía.

O sea participación real, cero; pero ¡como lo hemos agitado en los medios convencionales! Entre otras cosas, para alardear del uso que hacemos de las nuevas tecnologías para elevar la calidad de nuestra democracia. Valores, prestigio, reputación…

  1. Las primaveras árabes fueron rebautizadas como "la revolución de twitter". Efectivamente las redes sociales ejercieron una función de alerta informativa y coordinación para la movilización. Pero no fue suficiente para alcanzar la democracia.

     ¿Qué faltó? Medios masivos que llegaran a todos, que contribuyeran a crear un espacio público para el debate democrático, que articularan la Opinión Pública y ayudar a cimentarla y estructurarla en corrientes de opinión, partidos, sindicatos…

  2. Las “cacerías” del rey emérito en Botsuana, Suiza, Hungría, Omán…, incluidas las de la casa que compartía en El Pardo con Corinna, habían sido tradicionalmente objeto de comentarios entre los periodistas y políticos en conciliábulos, cenas y demás saraos.

    Pero esas noticias sólo alcanzaron la primera página de los periódicos y ocuparon minutos de la televisión informativa y de entretenimiento cuando las redes sociales dieron coartada a los periodistas de los medios generalistas para publicarlo. Así lograron romper la encorsetada agenda informativa de los medios convencionales. Entonces, sólo entonces, el rey tuvo que pedir perdón.

    Podría seguir contando  muchos más ejemplos. Pero creo que la muestra es suficiente para poder concluir que las redes sociales, hoy por hoy, todavía no se puede decir que sean capaces de articular la Opinión Pública, pero sí es cierto que paulatinamente, muy paulatinamente, la está segmentando.

    Ahora bien, están siendo sobredimensionadas por intereses puramente comerciales, hasta el punto de que muchas empresas, instituciones o personajes públicos han sido tan incautos como para comprar seguidores en las redes. A precio de ganga, por cierto.

    Es claro que al ser perfiles virtuales, inexistentes, no pueden generar tráfico alguno y nuestra comunicación falla por la base, pero nos pueden servir para fabricar una nota de prensa para dar a conocer la buena nueva de nuestra exitosa presencia en la red. Y poco más.

    Estoy seguro de que seguiremos anclados, como Podemos, al mensaje interesado de la participación ciudadana, la democracia electrónica, las redes como herramienta de construcción de una nueva realidad, de empoderamiento popular, pero todos sabemos que sólo los medios masivos convencionales (las incontables horas de sus líderes en la televisión) tienen la clave del éxito mediático de sus líderes. Claro que también se lo han ganado a pulso. Son excelentes comunicadores y hasta ahora han portado buenos dividendos en términos de audiencia.

viernes, 16 de octubre de 2015

Locos por el clic


No se nos va la revolución de la boca. Todo es rompedor, rupturista, disruptivo… revolucionario. Hay que vender lo nuevo, lo novedoso, lo epatante… Lo revolucionario. Y si no lo es, lo hacemos. Parece que es la única manera de vender.

Y en plena crisis del periodismo, mejor, de los periódicos, es decir del papel, no del periodismo… en plena crisis –digo- los huérfanos de todos los EREs, cierres y reconversiones de los últimos años reúnen ahorros e indemnizaciones y se lanzan a la Red; con entusiasmo, pero sin red.


Y buscamos perfiles jóvenes, emprendedores, especialistas en redes, en márquetin de contenidos… hay que generar notoriedad, conectar la marca con el consumidor, no vender productos sino soluciones. Es eso, pero hay quien ha tomado la directa, quien además lo explicita y, de pronto, todos instalados en la fugacidad de los fuegos artificiales.

Y ocurre que hay quienes han creído que la revolución consistía en colgar antes que nadie el último e intrascendente teletipo o, como decía Miguel Mora en la presentación de la revista  Ctxt “en amarillear los titulares o añadir la palabra sexo”, o en dar las enésimas diez claves para asegurar éxitos imposibles. La obsesión del clic.

No hay más que ver la clasificación de lo más leído en cualquier publicación para darse cuenta de adónde hemos llegado. No hay más que ver los titulares que enervarían a nuestros más admirados profesores –Raúl lo deja: sepa por qué- para buscar el doble clic. Google y clic: esa es la cuestión. ¿Informar? No. ¿Explicar? No, acumular usuarios y envolvernos en cifras apabullantes. Clicar, clicar y clicar.

Pero la revolución digital no era eso, o eso creíamos. El CRM nos aporta datos utilísimos para conocer los hábitos e intereses de nuestros públicos, reorientar contenidos u ofrecer productos personalizados. Incluso, si me apuran, hasta para poder ofrecer –no de manera invasiva, desde luego- publicidad personalizada. Una audiencia segmentada, pero definida, ofrece un mundo de posibilidades.

Pero hay que conocerlo, y para ello hay que formarse y actuar con honestidad. Ser emprendedor, tomar la iniciativa ahora que la red posibilita una cierta democratización de la propiedad de los medios, no está ligado a la improvisación, sino a la preparación. Conocer el pensamiento y las industrias creativas, los modelos de negocio, estrategias de financiación,  plan de empresa, públicos y usuarios, márquetin de contenidos, interactividad y ludificación, multimedialidad, contar historias, gestión de contenidos y plataformas, métodos de medición, estrategias de promoción y distribución… dominar estas materias es prepararse para el autoempleo y el emprendimiento. Y es asegurar el éxito. Para que clicar no esa la obsesión y para que no juguemos con nuestros ahorros.


lunes, 16 de marzo de 2015

Manuela Carmena, Esperanza Aguirre… ¿No estábamos en la nueva política?

Aterrizaron los Pedro Sánchez, Alberto Garzón, Pablo Iglesias, Albert Rivera… y el mismísimo Felipe VI. Jóvenes y suficientemente preparados. Nuevas caras para un nuevo país, para la nueva política. Ahora han llegado las candidaturas a los ayuntamientos y aparecen Esperanza Aguirre, Manuela Carmena… ¿No era un valor la juventud?


















Y nos han cogido con el paso cambiado. Con argumentarios en construcción en defensa de la frescura, la lozanía, la cerrazón de la experiencia frente a la osadía de los jóvenes, el olor a naftalina del "no nos moverán", la necesidad de desvinculación emocional de lo que vivimos en primera persona y quedó anclado por emociones irrepetibles, la necedad del pacto y del consenso…

¿Qué diremos ahora cuando nos hablen del valor de la experiencia, de la sabiduría de los años vividos? ¿Cómo reconvertimos nuestros argumentarios? ¿Cómo introducimos mechas blanquecinas en cabellos fuertes y tersos? ¿Habrá que darle una pensada ala coleta y a la camisa de cuadros?

Cuando Felipe González presentó su candidatura a las elecciones del 82, sus asesores de imagen le tiñeron de blanco las patillas porque el que iba a ser presidente del gobierno aún no había cumplido los 40 y resultaba poco creíble. Ahora estábamos en la fase contraria intentando recuperar vaqueros, piercing, barbas descuidadas y lenguajes irreverentes. La juventud.

Estábamos reviviendo El curioso caso de Benjamin Button y nos han obligado a rebobinar a toda máquina y devolver a Brad Pitt su senectud paulatinamente abandonada. Toda la vida buscando el elixir de la juventud para acabar maldiciendo a la doctora Asland.

Dejemos a un lado modas pasajeras, botafumeiros improvisados, virtudes de quita y pon; olvidemos lisonjas y frivolidades y volvamos a la sensatez. La edad nunca fue garantía de nada, como tampoco lo fue el género, sobre todo cuando hablamos de política. Decía Washington Irving que “la edad es cuestión de sentimiento, no de años”. Pues eso.

jueves, 5 de marzo de 2015

El mito de Argónidas y los retos de la comunicación política

“La popularidad precisa de buena memoria para los nombres, de amabilidad, de presencia en la calle, de trato liberal, de publicidad correcta y de una buena imagen política. Lo primero requiere que hagas patente que eres capaz de conocer a todos y cada uno por su nombre y apellidos”. (Comentariolum Petitionis, de Quinto Tulio Cicerón 102-42 a.C.)

Probablemente Argónidas nunca existió, o no tuvo una existencia constatable en este mundo nuestro de bullanga y sacrificio. Pero a alguien le gustó el nombre y lo convirtió en un mito. Sólo nombrarlo y cobraba una dimensión real, presente, agobiante. Argónidas era nuestra propia sombra, pero con autonomía de movimientos.

Se inicia la campaña electoral en Andalucía. La primera de un año de múltiples citas con las urnas y de desconcierto en los equipos de campaña de los partidos.

·         Toca volcarse en la televisión y en los espacios de campaña que cederán a los partidos en aplicación de una cuestionable proporcionalidad –dicen unos-.
·         No, no, en absoluto, debemos estar en las redes sociales –opinan otros-, ahí se va a jugar la hegemonía.
·         Hay que encontrar un camino para la movilización de los indecisos y eso pasa por inocular la idea de cambio –para unos- o de peligro al cambio –para otros-.

Y  hay que encontrar un candidato que no provenga de la vieja política. Un candidato de la nueva hornada; ya lo pasearemos por los platós para elevar su nivel de conocimiento.

¿O tal vez una veterana osada y lenguaraz con miles de horas de televisión y decenas de responsabilidades políticas en la mochila?

Las redes sociales, el infoentretenimiento de las tertulias televisivas, los periodistas de aquí y los de allá, los columnistas monotemáticos o los que siguen al dictado los argumentarios de los partidos, todos ellos van a dibujar el perfil del candidato, le van a construir su reputación. Su sombra.


Un Argónidas redivivo de movimientos incontrolados, de reputación dispersa, de perfil incierto… salvo que los equipos de campaña, conscientes del riesgo, sean capaces y tengan la experiencia suficiente para devolver a Argónidas a laguna de la que nunca debió salir.