No se nos va
la revolución de la boca. Todo es rompedor, rupturista, disruptivo…
revolucionario. Hay que vender lo nuevo, lo novedoso, lo epatante… Lo revolucionario.
Y si no lo es, lo hacemos. Parece que es la única manera de vender.
Y en plena crisis del periodismo, mejor, de los
periódicos, es decir del papel, no del periodismo… en plena crisis –digo- los
huérfanos de todos los EREs, cierres y reconversiones de los últimos años reúnen
ahorros e indemnizaciones y se lanzan a la Red; con entusiasmo, pero sin red.
Y buscamos
perfiles jóvenes, emprendedores, especialistas en redes, en márquetin de
contenidos… hay que generar notoriedad, conectar la marca con el consumidor, no
vender productos sino soluciones. Es eso, pero hay quien ha tomado la directa,
quien además lo explicita y, de pronto, todos instalados en la fugacidad de los
fuegos artificiales.
Y ocurre que
hay quienes han creído que la revolución consistía en colgar antes que nadie el
último e intrascendente teletipo o, como decía Miguel Mora en la presentación
de la revista Ctxt “en amarillear los titulares o añadir la palabra sexo”, o en dar
las enésimas diez claves para asegurar éxitos imposibles. La obsesión del clic.
No hay más que
ver la clasificación de lo más leído en cualquier publicación para darse cuenta
de adónde hemos llegado. No hay más que ver los titulares que enervarían a
nuestros más admirados profesores –Raúl lo deja: sepa por qué- para buscar el
doble clic. Google y clic: esa es la cuestión. ¿Informar? No. ¿Explicar? No, acumular
usuarios y envolvernos en cifras apabullantes. Clicar, clicar y clicar.
Pero la
revolución digital no era eso, o eso creíamos. El CRM nos aporta datos
utilísimos para conocer los hábitos e intereses de nuestros públicos, reorientar
contenidos u ofrecer productos personalizados. Incluso, si me apuran, hasta
para poder ofrecer –no de manera invasiva, desde luego- publicidad personalizada.
Una audiencia segmentada, pero definida, ofrece un mundo de posibilidades.
Pero hay que
conocerlo, y para ello hay que formarse y actuar con honestidad. Ser
emprendedor, tomar la iniciativa ahora que la red posibilita una cierta
democratización de la propiedad de los medios, no está ligado a la improvisación,
sino a la preparación. Conocer el pensamiento y las industrias creativas, los
modelos de negocio, estrategias de financiación, plan de empresa, públicos y usuarios, márquetin
de contenidos, interactividad y ludificación, multimedialidad, contar historias,
gestión de contenidos y plataformas, métodos de medición, estrategias de
promoción y distribución… dominar estas materias es prepararse para el
autoempleo y el emprendimiento. Y es asegurar el éxito. Para que clicar no esa
la obsesión y para que no juguemos con nuestros ahorros.
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